Elevando precios, recortando derechos de equipaje y servicios, peleando con los sindicatos, promoviendo un programa de viajero frecuente y una alianza de aerolíneas poco transparente y poco funcional.
Además recortando costos, colocando frías máquinas para hacer el trabajo humano, y ahora como las uvas de la amargura imponiendo un recargo sobre la compra de sus boletos para todo aquel que no los compre directamente a través de su sitio web.
La que solía ser una de las mejores aerolíneas se quedó dormida en sus laureles, creyendo que todavía es dios en los cielos y sin querer entender que desde hace un par de años empresas surgidas de los desiertos de Medio Oriente o en los trópicos de Lejano Oriente la han desplazado en clase, lujo, beneficios y lo más importante: en servicio y calidez humana.